martes, 21 de febrero de 2012

La “renovación” de la Catedral Metropolitana



Es un hecho que sorprendió a la ciudadanía salvadoreña en general, generó disgustó entre la feligresía católica, sorpresa, aprobación y desagrado entre las personas de religión Evangélica-Protestante, Testigos de Jehová y de toda denominación religiosa.

Cualquiera que fuera el sentimiento que generó, los distintos sectores de la sociedad, mostraron sorpresa y reacciones de rechazo o desinterés ante la remoción y destrucción de la obra insignia que adornaba a la Catedral Metropolitano de El Salvador.

Cerca de 1997, tras una campaña de apadrinamiento impulsada por la iglesia católica de nuestro país, se buscaba que la feligresía, ayudara a recaudar los fondos necesarios para costear los 2700 azulejos que el artista nacional Fernando Llort colocaría en la fachada del templo, en la que el plasmaría la cultura y pasajes de la historia de El Salvador a través de su obra “La Armonía de mi Pueblo”

15 años después, cuando el sector gubernamental se dedicaba a descansar del desgastante año laboral, los medios de comunicación daban a conocer lo que solamente las personas que transitaron en los alrededores de la Catedral Metropolitana en esos días se percataron, la fachada del templo se estaba demoliendo, lo cual en su momento generó desaprobación por muchos, inclusive de altos funcionarios del gobierno desaprobaron la obra realizada y aprobada por el Arzobispo de San Salvador Monseñor Escobar Alas.

Tras las declaraciones hechas, los fundamentos pocos sustentados y los motivos menos convincentes expuestos por el jerarca católico, seguidos de las reacciones de la familia e inclusive del artista que diplomáticamente desmentía las versiones y razonamientos del Arzobispo Escobar Alas, las redes sociales, los medios de comunicación en sus espacios de opinión mostraban la desaprobación ante lo que se consideraba un irrespeto a la figura del más representativo templo católico de nuestro país.

Y tras la inconclusa y supuesta información que el templo estaba declarado, estaba en proceso, o en consideraciones para reconocerse como patrimonio cultural, lo cual  que aun no se ha comprobado, aunaba a la polémica generada por la decisión que inclusive, el obispo auxiliar, Monseñor Rosa Chávez, se desvinculo de conocer sobre la acción que se realizaría en aquel momento.

Entonces, ¿es correcta la decisión que tomó el Arzobispo Escobar Alas?, ¿hasta que punto fue acertada la acción de remover la obra sin consultar segundas opiniones de expertos?, ¿Debía haber consultado al artista antes de haber destruido un trabajo ya entregado hace 15 años? ¿La feligresía está en posición de desaprobar la decisión de su líder espiritual?

El haber tomado esa decisión de tal magnitud, y mayor aun que haya estado involucrada la Catedral Metropolitana, debió haberse recapacitado detenidamente y haber consultado con otros expertos sobre el verdadero riesgo que representaban los azulejos que según se dijo se encontraban flojos y amenazaban con caer y lesionar a alguien.


En lo personal, considero que la opinión que más vale es de la feligresía, asemejando la regla que “el cliente siempre tiene la razón” se debió haber comentado, (entiéndase bien, comentado, no consultado a la feligresía) sobre la decisión que se había tomado como iglesia, y no actuar sospechosamente removiendo la fachada cuando la atención de la ciudadanía estaba centrada en las celebraciones propias del fin de año.

Tanto la familia como el mismo artista, dejaron de ser dueños de la obra hace 15 años, y dese el momento que se entregó, pasando a ser únicamente el autor de la misma, aunque si bien era aceptable su desaprobación por el destino de lo que se consideró su obra maestra, entrar en una confrontación mediática no restauraría ni resarciría los daños hechos.

A la larga, habría que valorar los derechos que tiene el Arzobispo y las libertades de decidir y disponer sobre los templos que se supone pertenecen no a la iglesia, ni al estado, sino a los cientos de creyentes que asisten y que permiten que la más grande religión del mundo pueda subsistir.

Ahora solo queda esperar, y confiar que pronto se olvide este episodio y que la memoria de la sociedad que hoy se pronunció y de la feligresía que desaprobó la medida pueda superar este suceso, y que se preparen para que puedan colaborar en caso sea necesario aportar nuevamente para hacer otra nueva obra en la Catedral Metropolitana.





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